Testimonio de un inmigrante en Estados Unidos.
Primero, voy a comenzar presentándome; sin embargo, prefiero
mantener mi nombre en el anonimato. Nací en Irlanda en el año 1876. Tenía 4
hermanos, 2 varones y 2 niñas. Éramos una familia feliz, aunque de bajos
recursos…
Mi padre era un escritor y mi madre se encargaba de
cuidarnos. Sin embargo, muchas veces, cuando mi padre llegaba a casa por la
noche, podíamos ver la decepción en su rostro. Sabíamos que tendríamos que ir a
la cama con el estómago vacío, otra vez. Nuestro linaje, ha vivido en la
pobreza durante mucho tiempo. Mi abuela pudo observar cómo mi abuelo moría de
inanición debido a la hambruna producida por la famosa plaga de las patatas.
Mientras que ambos tenían la boca verde por comer tanto césped.
Un día, mi padre regresó muy tarde por la noche, olía a
alcohol, pero estaba los suficientemente ebrio como para pedir a mi madre que
hablaran en privado. Yo y mis hermanos nos fuimos a la cama…
A la mañana siguiente, cuando me desperté pude ver a mi madre
empacando ropa y fotografías. Nos reunió a todos en torno a ella y nos dijo que
iríamos a América, mejoraríamos toda la situación y viviríamos cómodamente. Nos
dijo que, anoche, mi padre conoció a un capitán que llevaba a los inmigrantes a
América por un costo muy bajo y que en ese preciso momento estaba haciendo el
arreglo. Todos saltamos de felicidad y nos dirigimos al muelle, había un montón
de gente que llevaban sus pertenencias.
Durante el viaje pude apreciar lo moribundos que se veían
los enfermos. A los muertos los tiraban por la borda, dormíamos entre humedad y
ratas junto con otras 4 familias.
Finalmente llegamos a Nueva York. Muchos lloraron y otros
reían, estábamos salvados, podríamos tener una vida mejor. Estábamos pasando
por la revisión médica, había una pareja enfrente nuestra, pero el marido tenía
los ojos rojísimos y manchas en la piel. Inmediatamente, dos oficiales lo
escoltaron, separándolo de su mujer mientras ella gritaba y lloraba. Estaba
aterrado. ¿Qué pasaría si me separan de mi familia? Afortunadamente logramos
pasar la revisión médica, también la revisión de objetos personales.
Todo había marchado bien, mi padre trabajaba en una fábrica
y mi madre como costurera, siempre la ayudábamos para que el trabajo fuera más
rápido. Pero un día, mis padres nos llamaron a mí y a mis 2 hermanos, nos
pidieron que cargáramos nuestras maletas con ropa. Nos dieron un trozo de pan y
algo de dinero. Después nos llevaron a una parada de tren y nos pidieron que
durmiéramos en el banco, mientras esperábamos el transporte. Sin embargo,
cuando nos despertamos, ellos ya no estaban. Solo éramos los 3 hermanos.
Encontramos trabajo en una cantina, a veces fregábamos el
piso y otras alimentábamos a los perros. El dueño era italiano y un hombre con
carácter explosivo, a veces nos golpeaba solo para desquitarse, incluso si no
habíamos hecho nada malo. Pero nos permitía vivir en un cuarto y nos pagaba con
comida o con alguna que otra moneda. Sin embargo, vendió a uno de mis hermanos
a un hombre de fina procedencia. Intentamos evitarlo, pero el dueño nos amenazó
con matarnos a golpes. Mi hermano y yo vivimos así hasta que cumplimos 18 años.
Vivimos en la calle durante 4 meses, haciendo trabajos
esporádicamente. Finalmente, una familia que vivía a las afueras de la ciudad
nos contrató como sirvientes y para hacer trabajos de jardinería de vez en
cuando.
En una mañana de otoño, yo y mi hermano fuimos a la ciudad
para comprar víveres. Y repentinamente observamos por la ventana, dentro de una
licorería había un hombre que llamó mi atención, entramos al local. El hombre
estaba vestido de una manera fina, pero tenía un aura que me parecía conocida.
Me acerqué a él y le pregunté la hora como una excusa para empezar una
conversación, cuando sacó el reloj de su bolsillo, pude ver el anillo en su
dedo. Era el mismo anillo que tenía el hombre que compró a mi hermano. El
cantinero subió las cajas de licor al mostrador, así que me ofrecí, junto con
mi hermano, a ayudarlo a llevarlas. El caballero accedió de una manera muy
educada y nos dirigimos a su vivienda.
Era una casa muy bonita, tenía 2 pisos y podían verse a las
sirvientas ir de un lado a otro. El hombre nos dijo que pusiéramos las cajas en
la cocina, nos llevó hasta ahí y de repente pronunció el nombre de mi hermano…
Éste entro corriendo por la puerta. –Guíalos a la bodega-
dijo el hombre, mi hermano nos llevó y en cuanto dejamos las cajas en el suelo,
lo abracé lo más fuerte que pude. Mis dos hermanos me miraron con asombro, pero
no tardaron mucho en darse cuenta de que estábamos reunidos nuevamente.
El dueño entró al almacén y nos miró extrañado, cuando le
explicamos todo, bufó y nos felicitó por tan grata sorpresa. Empezamos a
contarle nuestra historia del pasado, cómo habíamos llegado y qué fue lo que
pasamos. Se quedó en silencio por un rato, nos miró y dijo –Su historia me
parece muy interesante, he estado buscando un tema del que escribir y publicar.
Quisiera que los tres dieran sus testimonios y trabajen para mí como
aprendices-.
Mis hermanos y yo nos quedamos atónitos, accedimos de manera
inmediata, el señor nos contrató para trabajar como asistentes y sirvientes.
Nos sentimos tan afortunados, nadie había sido tan cálido con nosotros como
éste hombre lo era. Nos permitió aprender a redactar y nos recibió de la manera
más humana posible.
2 años después, el caballero subió corriendo al estudio y
nos reunió a los tres. Quedamos impactados cuando nos dio la noticia, gracias a
sus contactos, encontró el lugar donde mi familia estaba habitando.
A la mañana siguiente partimos en busca de mi familia.
Llegamos a un edificio, había una panadería en la planta baja. Entramos y un
hombre de nacionalidad italiana nos saludó, buscamos al señor X. El hombre nos
abrió la trampilla del mostrador y nos permitió pasar, subimos las escaleras y
el tocó a la puerta. Se fue y nos permitieron pasar.
Ahí estaba mi padre, estaba leyendo el periódico y tenía
puestas sus gafas, había envejecido, pero todavía podíamos reconocerlo. Volteó
a vernos y dijo- ¿En qué puedo ayudarles? -. El hombre que venía con nosotros
se presentó y después nos introdujo por nuestros nombres.
Cuando el hombre terminó de pronunciar mi nombre, mi padre
se acercó muy lentamente, examinándonos como si fuéramos fantasmas. Sus ojos
comenzaron a cristalizarse, nos acarició la mejilla mientras preguntaba
nuestros nombres y nosotros asentíamos.
Nos abrazó a los tres y comenzamos a llorar, caímos al
suelo, nuestras rodillas temblaban y nos aferramos a su ropa. Mis hermanas
llegaron de hacer las compras - ¿Papá? - preguntaron. –Mis hijos, mis hijos-
pronunció mi padre. Ellas se unieron al abrazo sollozando, llenas de alegría,
habían crecido tanto pero ahora estábamos juntos…
Después de calmarnos, empezamos a dialogar, mi padre se disculpó repetidas veces. Pero solamente lo abrazamos, le habíamos perdonado hace tanto tiempo. Sin embargo, cuando preguntamos sobre mi madre, nos enteramos de que enfermó de tuberculosis, estuvo en cama durante 6 meses y finalmente murió un año atrás…
Este trabajo es de mi autoría, hecha como una historia independiente y de carácter académico.
Queda prohibida su venta y reproducción